jueves, 31 de mayo de 2007

Curiosidades IX

Pretty WomanMe hizo gracia la escena de Pretty Woman (Richard Gere, Julia Roberts, 1990) en la que Edward (Gere) y Vivian (Roberts) vuelven a la misma boutique en la que Vivian no fue atendida correctamente, para divertirse un rato. "Venimos a gastarnos una indecente cantidad de dinero, así que quiero que nos hagan mucho la pelota", le indica al encargado. Me encantó la filosofía. Bien es cierto que a nadie le gusta que el típico dependiente esté todo el rato dándote la murga mientras miras algo, pero no negaréis que es agradable que los vendedores se lo curren. Porque al fin y al cabo, eres el cliente, y vas a dejarte allí los cuartos.

No es esta la actitud en muchos, muchos sitios en España. En multitud de tiendas y establecimientos de todo tipo parece que los dependientes o encargados te están haciendo un favor a tí, y que les tienes que dar las gracias por dejarte entrar en su tienda a echar un vistazo. Por supuesto, te atenderán si tienen un rato, no sin antes mirarte de reojo por encima del hombro, y acabar la interesantísima conversación sobre cualquier tema intrascendente que están teniendo con su compañer@. Después te mirarán con cara de ajo si no muestras un terrible interés por comprar, y te pondrán mil pegas si te quieres probar una camisa que está dobladita y con los alfileres: "pruébese esa otra, que es igual que esta", señalando una toda doblada y medio raída que tienen para que no les hagas volver a doblar, guardar, etc. la camisa que te interesa si al final no te gusta. Igual se piensan que tenemos dotes adivinatorias y que sólo con echarle un vistacito a una camisa ya sabemos cómo nos quedará, si nos apretará la sisa, si la manga nos está larga o simplemente si nos gusta en nuestro cuerpo o no. Hay cada imbécil atendiendo al público que te preguntas si realmente está ahí porque no sabe hacer otra cosa.

En otros países, la situación es bien distinta. La gente sabe quién debe tratar bien a quién cuando alguien va de compras a gastar su dinero, sabe quién le está haciendo un favor a quién. Más aún cuando hay miles de tiendas donde elegir. Tienen el concepto competencia" bastante más claro, y actúan en consecuencia. Te tratan bien, con educación, y procuran que tengas lo que pides, aunque a veces tengan que lidiar con pesados. Esto ocurre en USA, y en muchos países europeos. Pero aquí todavía no llegamos a su nivel. Spain is different... todavía.

Hace poco he estado en El Corte Inglés (uuuuuhh). Iba con intención de dejarme pasta en un tema, por aquello del servicio integral y la comodidad de no tener que pensar en nada, que te lo den todo hecho, aún a sabiendas de que podría tenerlo más barato en otro sitio. Volví a casa decepcionado. El vendedor que me atendió cometió un fallo detrás de otro: no me catalogó correctamente (todo buen vendedor debe hacerlo de un simple vistazo), no vendió sus servicios correctamente (de hecho ni los ofreció, tuve que interrogarle yo sobre ellos), no sonrió ni se mostró afable, no me dió opciones, no mostró ni un ápice de empatía y lo peor: no dió soluciones a los problemas que yo le planteaba. Para qué más, claro. "Has perdido la venta, machote". Un par de días después he pasado por una tienda junto a mi casa, y me ha atendido una chica que, uno tras otro, ha ido clavando los aciertos en todos los fallos del otro. Resultado: al día siguiente ya me estaban llamando para venir a casa a ayudarme, y sin duda se lo llevarán, habrán ganado un cliente y recomendaré sus servicios a todo el mundo. Ahí está la diferencia. Tanto corte inglés y tanta leche... me río yo.

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domingo, 27 de mayo de 2007

Curiosidades VIII

Antes falsos que sincerosEs curioso lo poco que tolera la sinceridad esta sociedad en la que vivimos. La sinceridad se rechaza, se evita, incluso se castiga. Se valora al que sabe no utilizarla con habilidad, es decir, al que no es sincero, total o parcialmente, pero sabe hacer que parezca que sí lo es. El que miente, vamos.

Me parece horrible no poder ser totalmente sincero con las personas que tienes cerca. Pase que en este país no se esté acostumbrado a que la gente te sea hirientemente sincera por ahí, pero no cuando se trata de personas próximas. De la falta de sinceridad sólo se derivan malas cosas. Cosas tristes, consecuencias negativas y futuras frases del tipo "si hubieras sido sincero conmigo antes, otro gallo..." o "pues nunca me lo habías dicho" o "las cosas han salido así porque nadie me dijo que estuviera obrando mal". Pero veamos: ¿cómo se puede decir algo así, a toro pasado, cuando en el momento en el que se está toreando no somos mínimamente abiertos como para aceptar comentarios, críticas o simples anuncios sin rebotarnos, montar un cirio de mucho cuidado o guardar esa crítica negativa para siempre jamás en el corazón? Somos nosotros mismos los que, con nuestra actitud de rechazo ante la sinceridad, provocamos que los demás sean falsos con nosotros.

Es como cuando cualquier generación de padres (cualquiera; la historia se repite periódicamente) te pone límites en cuanto a qué hacer, o a qué hora hacerlo: en casa a las 12, no te puedes ir de fin de semana con tu novio, etc. A ver, señores: ¿cómo podemos ser tan cerrados y tan hipócritas de pensar que nuestros hijos no van a hacer a las 5 de la tarde (por ejemplo) aquello de lo que pretendemos protegerles o alejarles? "Pues harán lo que quieran, pero no será con mi consentimiento". Estúpidas frases merecedoras de constar en el libro Guiness de las gilipolleces. Prohibe a tus hijos que se vayan de fin de semana con sus parejas, no sea que le den al tema y tú no puedas hacer nada por evitarlo, y lo único que conseguirás es que hagan exactamente lo mismo (que es lo que les apetece, como a tí cuando tenías su edad), pero a las 5 de la tarde, a las 11 de la mañana, en su casa o en la tuya (e incluso en tu cama, sin duda alguna). Prohibe a tus hijos que fumen, o que beban alcohol, y ya sabes lo que harán en cuanto salgan de casa. Y así podríamos seguir.

Por lo tanto, lo único que los padres patrocinan con esta actitud es que los hijos les mientan. Ni más ni menos. La conversación sería algo así:

- Papá, mamá, me quiero ir este fin de semana a la casa que tienen los padres de Manu en la playa
- ¿Los dos solos?
- Si, claro
- Ni de coña, a ver qué te crees que es esto. Eres muy joven todavía, sólo tienes 17 años
- ¿Y?
- Y nada, que no te vas porque no queremos
- OK


Traducción de la conversación:

- Papá, mamá, me quiero ir este fin de semana a la casa que tienen los padres de Manu en la playa a pasárnoslo de puta madre, desfasar y follar todo lo que podamos
- Con mi consentimiento, ni de coña. Mis prejuicios me impiden ser partícipe de ese tipo de cosas. Eso sí, mientras yo no lo sepa, como si te lo haces con tres a la vez, pero no puedo darte mi permiso explícito, no estaría bien para mi débil conciencia. No he sido capaz de educarte correctamente ni de inculcarte unos principios sanos y correctos durante tu niñez, y ahora no me fio de tí por eso
- ¿Prefieres entonces que te mienta y te cuente algún cuento, como que me voy con Laura a cuidar a su abuela que está mala, para que no se aburra?
- Naturalmente. Cuéntame la novela que quieras, pero que sea decente para que mi conciencia quede tranquila
- OK

Lo mismo que este último comportamiento, que todos hemos vivido, patrocina la mentira de los hijos, el comportamiento de la gente que no acepta o asimila la sinceridad, patrocina la hipocresía, y también en cierto modo la mentira.

Qué pena.

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La ciudad I

MadrizMadrid huele. Supongo que en cierto modo, cada gran ciudad tiene su olor particular, que la define, la identifica frente a otras. No creí que esto sucediera hasta que fui a La Habana. Uno de los detalles más destacables de esta ciudad es que tiene su propio olor, que se puede notar perfectamente paseando por sus calles. Nunca antes lo había notado en ningún otro sitio, y tras observarlo allí, presté mucha más atención en otros lugares. Efectivamente, Madrid también tiene su propio olor. Hay zonas en las que no se nota, pero sí, lo tiene. Id al centro y pasead con los orificios nasales bien abiertos. Después me podréis decir a qué huele Madrid.

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sábado, 26 de mayo de 2007

Curiosidades VII

La sinergiaLa primera vez que oí esa palabra me pareció un término pedante de esos que se utilizan en el trabajo para impresionar a los pobres de espíritu, o para aparentar tener la cultura que no se tiene. Luego, poco después, movido por la curiosidad, comencé a entender en toda su extensión su significado. Empecé a recordar; y paseé por mi mente, y encontré personas, en el pasado, con las que tuve la oportunidad de crear eso aunque sin saberlo: sinergia.

Desde entonces la busco como el aire que respiro, y la valoro como oro en paño. Es curioso ver sus resultados cuando existe, entre dos personas, en un grupo, etc. Es la cuenta imposible: 1 + 1 > 2. Pero no hay nada más real, más tangible; tus ideas, tus palabras, tus actos, despiertan en otros más ideas, más palabras o más actos, que por sí solos no hubieran tenido. Y así puede ser una vez tras otra, y de dos o más personas juntas pueden surgir cosas maravillosas que jamás habrían surgido de cualquiera de ellas por separado.

La gente que conoce la potencia de la sinergia la busca; no sólo para ellos, sino para sus colaboradores, si hablamos de trabajo. La sinergia complementa el trabajo en equipo y multiplica sus resultados. Todo lo que necesitas es sinergia.

Pero la sinergia, como la fuerza, también tiene su lado oscuro. Al igual que podemos ganar mucho rodeándonos de las personas adecuadas, tenemos mucho que perder si nos juntamos con las personas equivocadas. La "sinergia inversa" aparecerá y rendiremos, crearemos y en general, seremos la mitad de lo que podríamos ser si estuviéramos solos. Es de estos individuos de quienes hemos de huir lo antes posible. Nada tenemos que hacer junto a ellos.

Es espectacular todo lo que puedo dar de mí cuando me rodeo de la/s persona/s adecuadas. Es curioso lo mal que puedo llegar a estar, trabajar y vivir cuando están las que no deberían.

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miércoles, 23 de mayo de 2007

Curiosidades VI

Aquí, vacilandoEn una de las últimas entrevistas que concedí en televisión, siempre para interrogarme sobre el secreto del éxito de mi blog, di finalmente la clave: el título. Sí, aunque parezca que no, ahí está la clave.

Por supuesto, en primer lugar tienes que preocuparte de aparecer en los principales buscadores de internet. En segundo lugar, y más importante, debes procurarte los primeros puestos de las búsquedas. Hay diferentes técnicas para esto, que los i-consultants conocen a la perfección. Yo elegí la más simple: buscar un título para mi blog que me garantizara aparecer en las búsquedas más comunes de internet. Es por esto que escogí ese título, tan buscado en internet, un clásico entre los clásicos, popular para todas las edades: los números romanos.

Otra solución más sencilla hubiera sido forrar mi blog con carne, pero no me parecía serio; tampoco pretendía vivir de ello. No obstante, después del apabullante número de visitas provocado por el desmesurado interés de un alto porcentaje de internautas por los números romanos, comencé a madurar la idea de procurarme ingresos a través de la publicidad. No exento de perplejidad, comprobé que los ingresos no sólo crecían y crecían, sino que me permitían dejar mi trabajo, adquirir una segunda casa en la montaña y empezar a ahorrar para un pequeño barquito (sin muchas pretensiones, 15 m. de eslora está bien).

Después fueron los anunciantes los que comenzaron a llamar a mi puerta, y los ingresos se multiplicaron. Tras unas pequeñas y hábiles maniobras, multipliqué mi número de blogs bajo la misma filosofía, y centupliqué los ingresos. Las entrevistas televisivas no se hicieron esperar, y tuve que contratar a un agente para que llevara mi relación con los medios (me roba con su sueldo, pero me quita una preocupación de encima)

Después de mis tremendos problemas para averiguar en qué invertir la pasta, y tras haber llegado al filosófico punto en el que el dinero no te importa (ya sabéis que esto sólo se cumple para los que estamos podridos de pasta), cerré todos mis blogs y me quedé con el primero, este que leéis, por motivos sentimentales. He quitado toda la publicidad y he vuelto a los orígenes. Me entretiene escribir mientras mis múltiples empresas generan empleo, beneficios y valor para mis accionistas.

Me gustan los números romanos.

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lunes, 21 de mayo de 2007

Los cambios I

Llueven cambiosEstreno palito con el convencimiento de que no será el último. Las épocas de cambios dan mucho de sí.

Los cambios se me antojan como la nieve. Puede aperecer en pequeños copos; a veces ni los notamos, y cuando llegan a su destino, desaparecen en su nuevo estado. Cambios de estos tenemos continuamente en nuestras vidas. Son tan ínfimos que muchas veces ni nos damos cuenta de que tienen lugar, y en la mayoría de los casos nos adaptamos a ellos con tanta facilidad que casi ni nos damos cuenta de que las cosas eran diferentes antes.

La nieve se puede presentar también en forma de bolas. Bolas de diferentes tamaños. En este caso, la cantidad de nieve es mayor, y perdurará más en este estado. Si una bola de estas nos golpea, incluso puede hacernos daño, dependiendo del tamaño de la bola, la fuerza que tenga y dónde nos golpee. Cuando los cambios son tamaño bola de nieve, pueden producir el mismo efecto. Ya no son cambios triviales; nos damos cuenta de que existen; nos da tiempo a verlos, a vivirlos; en circunstancias normales, a asimilarlos. Pero pueden hacernos daño y dejarnos un amargo recuerdo, que difícilmente desaparecerá.

La manifestación más brutal de la nieve es la avalancha. Cuando una de estas avalanchas tiene lugar, arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Se lleva por delante todo lo que allí había, y nada volverá a ser lo mismo. La naturaleza volverá a un estado similar con el tiempo, y las posibles construcciones arrasadas podrán volverse a levantar, pero nada será como antes. Los grandes cambios son así. Afectan definitivamente a la vida de las personas, modificando algo en ellas y dejando su huella para siempre. Después de un gran cambio nada vuelve a ser como antes, por mucho que nos empeñemos. Y seremos diferentes, queramos o no. El cambio habrá venido a formar parte de nosotros, y seremos la suma de lo que éramos mas lo que sucedió. Así se escribe nuestra historia. Así se anda el camino.

Y no debemos resistirnos, los cambios forman parte de la naturaleza humana; forman parte de nuestra propia existencia. Nos viene cómodo que no existan, pero están ahí, a la vuelta de cada esquina. Sólo debemos estar preparados para cuando vengan, lo mismo que nos podemos preparar por si un día nieva.

Hay lugares en los que nieva mucho más, lo mismo que hay épocas de muchos cambios. Como hacen los que viven en lugares montañosos, lo mejor es que nos preparemos para todos los cambios que puedan llegar, con paraguas, chubasqueros, y si llega el caso, con palas. Las quejas no son buen arma para afrontar los cambios, como no lo son para combatir una nevada. La actitud es fundamental para esto.

Así que una vez que tenemos claro que los cambios forman parte de nuestra vida, y que lo mejor que podemos hacer cuando llegan es abrazarlos y no luchar contra ellos, preparémonos, y si nos es posible, adelantémonos; de este modo reduciremos en gran parte la posibilidad de que nos puedan resultar dolorosos.

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domingo, 20 de mayo de 2007

Curiosidades V

Las cosas pequeñasHay grandes cosas en la vida que te hacen sentir bien. Te pueden hacer sentir eufórico, pletórico, realizado. Son grandes triunfos, consecuciones de algo que llevabas mucho tiempo persiguiendo, como finalizar una carrera, casarte, acabar una casa, hacer algo importante que la gente admire. Todas estas cosas te hacen sentir muy bien, te suben la moral, y es un sentimiento que dura... ¿unos días? Pasado poco tiempo, se desvanece, uno vuelve al nivel habitual de realidad y continúa trabajando encaminado hacia la consecución de otro gran hito (o no, dependiendo de lo inconformistas, imaginativos, ambiciosos, etc. que seamos). Volver a alcanzar el nuevo hito que nos fijemos volverá a ser cuestión de mucho tiempo y esfuerzo, y siempre sin garantía de éxito.

Pero hay otro tipo de cosas que también nos hacen sentir bien. Las cosas pequeñas. Este tipo de cosas son radicalmente diferentes a los grandes hitos. Nos pueden hacer sentir igual de bien o más que un hito más importante; quizá no nos provocarán euforia, pero sí pueden provocarnos ese agradable sentimiento de realización que tan placentero nos resulta. No requieren que los persigamos por días, o meses; pueden ser cosa de minutos u horas. Pero ese sentimiento tan agradable que nos invade puede durar mucho más que el de un gran hito, proporcionalmente. Perdura mucho más, en mi opinión. Y la sencillez de estas pequeñas cosas nos da la posibilidad de encontrarlas cada día casi sin buscarlas. Todo esto hace que, la mayoría de las ocasiones, nos sintamos mucho mejor persiguiendo y disfrutando las cosas pequeñas en vez de ocupar totalmente nuestro tiempo en llevar a cabo grandes hazañas.

El otro día pasé por una pomería (tienda de pomos; extraña tienda, pero sí: sólo venden pomos). Muchos y variados, originales. Decidí que le iba a dar un toque personal al armario de la entrada. Busqué algo diferente, los llevé a casa y los instalé. Para mi sorpresa, el armario cambió completamente. Qué pequeña cosa, qué tontería. Pero qué bien me hizo sentir.

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domingo, 6 de mayo de 2007

La soledad VI

No me mires así, yo también estoy como túHay que estar hecho de una pasta especial para soportar vivir solo. Eso, o ser mentalmente fuerte, tener las cosas muy claras. Aún así, es difícil, muy difícil a veces. El ser humano está hecho para vivir en grupo, llámesele como quiera: sociedad, ciudad, comunidad, familia...(¿pareja?). Lo de los lobos es otra cosa. Los humanos no somos lobos.

Y es mucho más duro cuando se está involuntariamente solo. O quizá voluntariamente, pero sólo para evitar una situación peor. Más vale solo que mal acompañado. El "se me cae la casa encima" se convierte en el pan nuestro de cada día, y los días se diferencian bastante poco unos de otros. Intentas automatizar lo más posible las tareas cotidianas para no entrar en el abandono, e intentas de todas las formas posibles salir de esa rutina en la que estás inmerso. Al final, l@s chic@s multi-actividades que tan poco me gustan son sólo productos de una soledad implacable, contra la que luchan de todas las maneras posibles, bien sea el fitness, el senderismo, montañismo y resto de -ismos, los conciertos, los paseos, las compras... cualquier cosa por no dejarse atrapar por este sentimiento de soledad que cae como una losa sobre ti cuando no ocupas tu tiempo en algo que te distraiga.

Como añadido, corremos el terrible riesgo de agregar de modo permanente (y voluntario) esas multi-actividades a nuestra vida normal, lo que nos aleja más y más de salir de este estado de soledad, ya que huimos de cualquier cosa, animal o persona (mayormente esto último) que nos esboce que esa no es la vida normal que lleva la gente con estas edades. Si nos aferramos al mantenimiento de este "delicioso" pero ficticio estadio de libertad e independencia, sólo engrosaremos las filas de ese colectivo de tíos solteros y divertidos que tan bien se lo han pasado toda la vida (pero tan solos han estado) hasta que les llega la hora de las sopitas. Eso sí, a todos nos gustaría encontrar a alguien, aunque poco hacemos por nuestra parte para que eso suceda.

¿Y lo deprisa que pasa el tiempo...?

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