Curiosidades VIII
Es curioso lo poco que tolera la sinceridad esta sociedad en la que vivimos. La sinceridad se rechaza, se evita, incluso se castiga. Se valora al que sabe no utilizarla con habilidad, es decir, al que no es sincero, total o parcialmente, pero sabe hacer que parezca que sí lo es. El que miente, vamos.
Me parece horrible no poder ser totalmente sincero con las personas que tienes cerca. Pase que en este país no se esté acostumbrado a que la gente te sea hirientemente sincera por ahí, pero no cuando se trata de personas próximas. De la falta de sinceridad sólo se derivan malas cosas. Cosas tristes, consecuencias negativas y futuras frases del tipo "si hubieras sido sincero conmigo antes, otro gallo..." o "pues nunca me lo habías dicho" o "las cosas han salido así porque nadie me dijo que estuviera obrando mal". Pero veamos: ¿cómo se puede decir algo así, a toro pasado, cuando en el momento en el que se está toreando no somos mínimamente abiertos como para aceptar comentarios, críticas o simples anuncios sin rebotarnos, montar un cirio de mucho cuidado o guardar esa crítica negativa para siempre jamás en el corazón? Somos nosotros mismos los que, con nuestra actitud de rechazo ante la sinceridad, provocamos que los demás sean falsos con nosotros.
Es como cuando cualquier generación de padres (cualquiera; la historia se repite periódicamente) te pone límites en cuanto a qué hacer, o a qué hora hacerlo: en casa a las 12, no te puedes ir de fin de semana con tu novio, etc. A ver, señores: ¿cómo podemos ser tan cerrados y tan hipócritas de pensar que nuestros hijos no van a hacer a las 5 de la tarde (por ejemplo) aquello de lo que pretendemos protegerles o alejarles? "Pues harán lo que quieran, pero no será con mi consentimiento". Estúpidas frases merecedoras de constar en el libro Guiness de las gilipolleces. Prohibe a tus hijos que se vayan de fin de semana con sus parejas, no sea que le den al tema y tú no puedas hacer nada por evitarlo, y lo único que conseguirás es que hagan exactamente lo mismo (que es lo que les apetece, como a tí cuando tenías su edad), pero a las 5 de la tarde, a las 11 de la mañana, en su casa o en la tuya (e incluso en tu cama, sin duda alguna). Prohibe a tus hijos que fumen, o que beban alcohol, y ya sabes lo que harán en cuanto salgan de casa. Y así podríamos seguir.
Por lo tanto, lo único que los padres patrocinan con esta actitud es que los hijos les mientan. Ni más ni menos. La conversación sería algo así:
- Papá, mamá, me quiero ir este fin de semana a la casa que tienen los padres de Manu en la playa
- ¿Los dos solos?
- Si, claro
- Ni de coña, a ver qué te crees que es esto. Eres muy joven todavía, sólo tienes 17 años
- ¿Y?
- Y nada, que no te vas porque no queremos
- OK
Traducción de la conversación:
- Papá, mamá, me quiero ir este fin de semana a la casa que tienen los padres de Manu en la playa a pasárnoslo de puta madre, desfasar y follar todo lo que podamos
- Con mi consentimiento, ni de coña. Mis prejuicios me impiden ser partícipe de ese tipo de cosas. Eso sí, mientras yo no lo sepa, como si te lo haces con tres a la vez, pero no puedo darte mi permiso explícito, no estaría bien para mi débil conciencia. No he sido capaz de educarte correctamente ni de inculcarte unos principios sanos y correctos durante tu niñez, y ahora no me fio de tí por eso
- ¿Prefieres entonces que te mienta y te cuente algún cuento, como que me voy con Laura a cuidar a su abuela que está mala, para que no se aburra?
- Naturalmente. Cuéntame la novela que quieras, pero que sea decente para que mi conciencia quede tranquila
- OK
Lo mismo que este último comportamiento, que todos hemos vivido, patrocina la mentira de los hijos, el comportamiento de la gente que no acepta o asimila la sinceridad, patrocina la hipocresía, y también en cierto modo la mentira.
Qué pena.
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