Hoy ha sido otro día de esos en los que, como explico en otra entrada, he subido a casa cargado como un burro segoviano (otro día os explico esto). Una vez recuperada la sensibilidad en mis manos, puedo describir la situación vivida (revivida, debería decir).
Caja 3 del supermercado: espero mi turno en la fila. Mientras, echo un vistazo a mi alrededor. Me gusta observar a la gente, me divierte hacer deducciones sobre ellos. Caja 6: una mujer de unos 39 años, esperando como yo, parece tener su mirada fija en mí. Cuando le dirijo la mía, compruebo que no; mira a algo o a alguien por detrás de mí. En una fracción de segundo, hago mi pronóstico. En realidad, me ha resultado sencillo. Su cara era un libro abierto. Su mirada apuntaba a media altura. Miraba tan de reojo que si no le veías los ojos, parecía que no miraba allí. Un casi imperceptible gesto de desagrado envuelto en superioridad, a medio camino entre el asco y la envidia, la delataba. Estaba mirando a otra mujer.
Dos segundos después, una media sonrisa aparece en mi cara al comprobar que acertaba: el motivo de la mirada pasa detrás de mí en dirección a ella. Una joven alegra la vista al personal con unas ajustadísimas mallas blancas que, pese a no ser demasiado finas, no dejan gran cosa a la imaginación, y eso que yo la estaba viendo por detrás. Para mi sorpresa (no por que lo hiciera, que eso no me sorprende, sino por la falta de educación que demuestra) la mujer de la calle 6 le sigue mirando directamente la entrepierna mientras se le acerca, hasta que está prácticamente a un par de metros; en ese momento supongo que le da corte y pone las cortas. No acaba ahí mi sonrisa, que se convierte en risa al tener éxito una vez más en el típico ejercicio de control mental que me encanta practicar. Según la interfecta pasa de largo por detrás de la mirona, le espeto mentalmente: "en cuanto oigas sus tacones pasar de largo, échale una buena mirada al trasero, para tener la foto completa... vamos, hazlo". Dicho y hecho, como si me hubiera oído. Último repaso a las grupas, para volver después la mirada al frente con ese típico movimiento que, lentamente, va a dejar la barbilla un poco más alta de lo normal, a la vez que la cabeza queda ligeramente inclinada hacia el lado de la interfecta, las comisuras de los labios apuntando hacia abajo y la ceja contraria ligeramente elevada (confiesa que estás haciendo el gesto mientras lees esto).
Todo esto viene a que me apetecía dedicar una entrada a la manera en la que las mujeres se miran entre sí. Me ha llamado la atención desde que tengo uso de razón. ¿Qué impulsa a las mujeres a mirarse de ese modo, más descaradamente aún que cualquier mirada masculina? ¿Por qué de las 4 personas que se sientan frente a mí en el metro, cuando entra el bombón, el tío sólo le echa una miradilla rápida, y en cambio las otras 3 mujeres se la quedan mirando de arriba a abajo y en sitios puntuales hasta que se quedan a gusto? ¿Por qué sólo hay que verles la cara para leer en ella lo que están pensando? (¿y por qué me lo paso tan bien cuando veo esto?).
Una antigua amiga mía, tan guapa como sincera, me dio un día una respuesta clara y rotunda de lo que le sucedía (aunque sé que no es representativa de la clase femenina): "Yo miro así a las tías porque son la competencia. Las miro de arriba a abajo para ver si están buenas o les sobran unos kilos, a ver cómo visten y todo eso. Si están buenas y tal, pues pienso 'mira esa [censurado], qué buena está'. Si no, o si es una hortera o algo, la pongo verde y me siento mejor".
La verdad es que no me esperaba aquel bofetón de sinceridad, pero luego lo agradecí mucho. De hecho, pese a que he visto ese comportamiento cientos de veces en todos estos años, jamás he vuelto a oír a ninguna mujer confesar abiertamente que lo hagan, o si lo hacen, que les mueva la envidia o ese sentimiento de competencia. Lo normal es bromear sobre el asunto y cambiar de tema.
De cualquier manera, es algo muy divertido de observar. Si ya lo habéis hecho en alguna ocasión, voluntaria o involuntariamente, habréis comprobado lo estándar del proceso, pero si no, fijaos bien, porque es muy curioso. ¿La mejor manera? Bien simple: un lugar más o menos cerrado (metro, autobús, una tienda, no sé), con gente que no se conoce. Entra una maciza, o una mujer con alguna "característica" que sobresalga de lo normal. No observéis a la maciza, hay muchas por ahí. Observad al resto de la gente. Os divertiréis.
