La ciudad II
En muchos aspectos, me encanta Madrid. Un clima demasiado continental para mi gusto, pero delicioso en el entretiempo. Sí, las suaves temperaturas de la primavera y el otoño son demasiado cortas por estos lares. No obstante su fugacidad, la primavera en esta ciudad nos regala una explosión de cuerpos en flor, ávidos de mostrarse tras varios meses de obligada reclusión. Mujeres de todas edades, colores y condiciones muestran con una orgullosa naturalidad lo que los genes (y a veces la ciencia) les han dado, utilizándolo a modo de multiplicador de su atractivo, y a veces incluso de su belleza. La operación bikini está en su apogeo, los gimnasios están a reventar y los centros de bronceado a base de UVAs tienen unas colas (perdón, filas) por las tardes dignas de las mejores ofertas de rebajas. Todos sacamos la ropa de verano del armario y ellas sonríen al volver a ver esa camiseta que tantos beneficios les reportó el año pasado en la campaña publicitaria.
Y hete aquí que te encuentras paseando, sintiendo la brisa templada en el rostro, a veces incluso cerrando los ojos e inspirando, renaciendo de nuevo al calorcito del incipiente verano, pensando en los cálidos y agradables meses que tienes por delante, cuando te cruzas con esta marea de cuerpos que han decidido tomar el aire en bastante más superficie que la de la cara, cuello y manos. A eso le añades que tienes dos ojos en la cara, que no tienes problemas de conciencia y que adoras la belleza femenina por encima de casi todas las cosas, y... ya tienes el típico cóctel primaveral, que algunos autores expertos en la materia suelen denominar "ufff... qué calorr".
Así que ahí estás, paseando la ciudad, y disfrutando de la belleza que te sale al paso con la más limpia de las intenciones, cuando te percatas una vez más de lo de siempre (y no pretendo crear polémica con el sexo contrario): muchas mujeres disfrutan mostrando su escote bajo el lema "Got milk?" como si de un escaparate se tratara, pero se ofenden más allá de cualquier límite lógico si te cazan disfrutando del panorama. Y yo me pregunto: ¿para qué irán por la calle dejando tan, tan poco a la imaginación, si luego se ofenden cuando encuentran que algún simple va y hace lo que todos desearían hacer, es decir, echarles un buen vistazo? Es algo que escapa a mi comprensión, debo ser muy cortito. Después, si preguntas, hay algunas que, muy convencidas de su argumento, te espetan: "es que yo me pongo guapa para mí misma". Y tú piensas: "claaaro, claaro... como que si estuvieras en una isla desierta te ibas a poner todas las mañanas como un cuadro de Goya".
La verdad, hace años que ya no discuto sobre estas memeces. Pero me sigue llamando la atención el que se ofendan porque te fijas en lo que precisamente te están enseñando con el único objetivo de que sea admirado. Igual va a ser que son las dueñas del espectáculo las que van mucho más allá de lo debido con su imaginación, e imaginan que tus glándulas salivales trabajan mientras las miras, cuando lo único que haces es admirar su belleza como el que admira un Velázquez. Pero claro, ponte a explicárselo, porque ya sabes lo que pensarán de ti.
Qué le vamos a hacer. Viva la primavera.
1 comentario:
De nuevo me tengo que quitar el sombrero con otro de tus textos. Este que comento, además de divertidisimo y real como la vida misma es digno del club de la comedia. Según lo leia me imaginaba a algún famoso de estos que salen en la tele haciendo reir al personal. La frase "es que yo me pongo guapa para mi misma..." un clásico. Acabaré leyéndome todas tus entradas, porque cada una que leo me gusta mas que la anterior.
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