jueves, 21 de junio de 2007

La muerte II

Alguien se divierte tirando los dadosYa lo había oído antes de sentirlo. En boca de los protagonistas o de alguno de sus seres queridos: hay dos cosas que inevitablemente pasan por tu cabeza los días posteriores a un accidente. Una de ellas es la fragilidad del cuerpo humano. No está diseñado para moverse a más de 35 ó 40 Km/h. Incluso a esa velocidad, cualquier golpe con un objeto sólido nos produce un gran daño. Roturas, desgarros. Somos frágiles, nos rompemos. Si la velocidad aumenta, nuestra fragilidad lo hace proporcionalmente. A más velocidad, nos asemejamos al cristal. Pero la gente parece no entenderlo. No es la típica cosa que uno piense cuando pisa un acelerador, o peor aún, cuando gira la muñeca. Pero no por ello deja de ser menos cierta. Si alguna circunstancia desgraciada ocurre, las leyes de la física se encargan de recordárnoslo de golpe. Después, sólo podemos lamentar. Y meditar sobre esta cuestión... y la siguiente.

La segunda cosa que pasa por tu cabeza es la fugacidad de la vida. Su volatilidad. Lo rápido que puede cambiar todo en ella. Radicalmente. Que puedes perderlo todo en un instante. Que lo bueno puede tornarse malo, y lo malo, terrible. Que no hay ventanilla de reclamaciones. Que estamos aquí de paso y que nadie te garantiza nada. Que de repente puedes encontrarte en la situación de repasar si ya hiciste todo lo que querías hacer en la vida. De repasar qué no podrás hacer ya.

Después, y a poco que pienses en las cosas, también meditas sobre el destino, la suerte y otros temas. Te preguntas si ya está todo escrito en algún sitio y tu sólo eres una marioneta, o bien si eres dueño de tus actos y puedes elegir tu propio camino. Te planteas si te desplazas por vías previamente ensambladas o si podrás ir donde te lleve el viento. Te planteas cuál es tu papel en tu propia vida, si eres el director o sólo un actor de reparto.

Hace unos días he tenido un accidente en mi coche. Un buen golpe, aunque salí intacto. Ira probablemente al desguace; yo, por fortuna, continuo aquí, pero estoy obligado a reflexionar (últimamente me estoy viendo forzado a reflexionar sobre muchas cosas, varias de ellas de crucial importancia en la vida de una persona). Y reflexiono y aprendo (y os invito a que vosotros lo hagais también) porque suscribo la filosofía que emana de este bonito dicho, que comparto aquí con vosotros:

Los buenos tiempos están para disfrutarlos; los malos, para aprender de ellos.

Nunca perdais la capacidad de aprender.

In English, please

3 comentarios:

Artemis dijo...

Muy buena reflexión. Esperemos que el accidente que tuviste el otro día sirva para "aprender de él" y así poder seguir "disfrutando de los buenos tiempos". La verdad es que nunca he sufrido un accidente, pero es cierto que cuando ves alguno te hace pensar en ello y levantar el pie.

Horus dijo...

Es cierto que muchas veces nos preocupamos por tonterías y no nos damos cuenta de que deberíamos aprovechar mejor nuestro tiempo, porque no sabemos cuánto nos queda y en cualquier momento todo se puede acabar.
Que te ocurra un hecho como ese sí que tiene que ser para reflexionar. A lo mejor al principio no te das ni cuenta pero pensándolo tranquilamente es como para ponerse a temblar.
En cualquier caso, fuera la suerte, el destino o tú rigiendo tu propio camino, nos alegramos de que sigas con nosotros.

La Marquesa dijo...

Yo coincido con Artemis, una gran reflexión que todos hemos hecho alguna vez o tendremos que hacer. Nunca he sufrido un accidente, por lo menos grave, y de todos modos sí que he pensado alguna que otra vez en estoo que has escrito (por cierto, maravillosamente bien).
Has tenido mucha suerte de que el daño se lo llevara el coche y no tú, un coche siempre podrás remplazarlo, pero una pierna o, en el peor caso, una vida, sí que no se podrá recuperar jamás.
1beso!