domingo, 18 de marzo de 2007

La felicidad II

A veces me preguntan qué busco en cuestión de amores/mujeres. Es difícil responder a esta pregunta, ya que si das una respuesta rápida definirás a la mujer media, y si te extiendes un poco empezarán a entender por qué estás solo. Así que he meditado mucho sobre ello. Como resultado, he llegado a la conclusión de que lo que busco es la meta-felicidad.

¿Y eso qué es?
Es muy sencillo: la mayoría de la gente busca la felicidad a través de situaciones puntuales. A mucha gente le hace feliz casarse, o tener un hijo con su pareja, o hacer tal o cual viaje juntos, o ir un día a bailar. Felicidad orientada al momento. Para mí, eso es en cierto modo pan para hoy y hambre para mañana. Orientar tu felicidad hacia momentos puntuales, acciones o situaciones concretas, hace que si éstas no se dan, tu indicador de felicidad baje rápidamente, y te sientas frustrad@, triste, deprimid@. Esta ausencia te hará buscar más momentos, más situaciones para hacer subir el indicador de nuevo. Pero esto es intentar sostener agua con las manos.

Yo busco algo diferente. Para mí, las acciones concretas, las situaciones puntuales, no son sino la materialización de lo que realmente me importa: la posibilidad de que eso ocurra. No me hace feliz tener un hijo (que también), sino saber (continuamente) que la persona con la que estoy va a ser/es/será la madre de mis hijos. No me hace feliz irme de viaje con ella a Japón, sino saber que ella es la persona que quiere hacer todos sus viajes conmigo, y con quien yo los haré, da igual donde vayamos. No me hace feliz que me cuide cuando enfermo y estoy en cama, sino que soy feliz cada día al saber que ella me cuidará cuando llegue el momento, lo mismo que yo cuidaré de ella. Es, por lo tanto, esta meta-felicidad la que busco, la que me proporciona esa maravillosa sensación de compleción, que me motiva, me hace sentir vivo y realimenta mi relación. No busco la felicidad en momentos puntuales, sino en la certeza contínua.

El peliculón musicalMoulin Rouge (Nicole Kidman, Ewan McGregor, 2001), maravillosa película musical a la que sólo encuentro el fallo de contar al principio lo que pasará al final, traduce esto en una sola frase, hecha canción: "Come what may". La segunda vez que la cantan, en el "reprise" al final de la película, es de esas escenas que siempre me ven echar una lagrimilla sin poder evitarlo, aún sabiendo el final. Es esa felicidad que se siente cuando dices "Come what may" sin que suceda nada relevante, la que anhelo. Es esa la que es tan difícil de encontrar. Las razones... seguro que son motivo de otra entrada.

Pero esto no deja de ser una historia, y como narra la introducción de "La Comunidad del Anillo", "(...) La historia se convirtió en leyenda, la leyenda se convirtió en mito (...)", y ahí se encuentra uno... persiguiendo mitos.

Eso sí, con paciencia.

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