domingo, 10 de febrero de 2008

La soledad IX

Qué curioso, el subconscienteEs verdad que prácticamente no veo la tele, pero debe ser que lo poco que la veo basta para que algún comercial se quede grabado en mi subconsciente. Quizá sea por eso que anoche soñé que estaba en ese lugar tan curioso que aparece en un anuncio de automóviles, el lugar de las cosas que nunca hiciste.


Había una casita pequeña, rodeada de un pequeño jardín. Era poca cosa, pero me parecía preciosa. Era original y acogedora. Tenía una valla baja de madera blanca, como las que salen en las pelis. Era un barrio tranquilo y conocía a todo el mundo; me sonreían al saludarme cuando me veían, y me preguntaban qué tal estaba.

Había dos críos encantadores, una niña de unos 4 años con ricitos castaños y un niño de unos 5 ó 6, que comenzaban a gritar como locos cuando yo entraba en casa y competían por ver quién llegaba antes a abrazarme. Se aturullaban entre los dos intentando contarme antes que el otro no sé qué cosas, irrelevantes para mí, pero que me hacían sonreir y sentir bien.

Había una mujer, que no sabría describir muy bien, a la que descubría mirándome desde el umbral de la puerta del salón entre los gritos de los críos, con esa mirada que me hincha el pecho y me derrite a la vez, esa mirada que dice tantas cosas que podría escribir un libro sólo enumerándolas. Me sonreía, y me hacía sonreir a mí, porque los dos sabíamos, sólo con mirarnos, que éramos lo que el otro siempre había buscado, nuestra media naranja.

Pero hubo algo que llamó mi atención por encima de todo; no era nada en particular, sino más bien algo que flotaba, un sentimiento. Me rodeaba y me inundaba una deliciosa sensación de compleción, entre la alegría y la euforia, como el corredor de la maratón que alcanza la meta. Una sensación de esas que ni todo el oro del mundo podría pagar. Una sensación de esas que sólo alcanza a entender completamente aquel que la ha vivido.

No recuerdo cómo continuaba mi sueño, ni si ví algo más. Desde que me he despertado tengo ese sabor agridulce de quien ha visitado en sueños un bello lugar. Sólo en sueños, como en el anuncio.

Por cierto, no tenía coche.

In English, please

3 comentarios:

Artemis dijo...

Bueno, antes de nada agradecerte de nuevo que vuelvas a colgar algo en el blog. Se agradece leer cosas como las que tú escribes la verdad. Sería sólo un sueño, pero ¿a quién no le gustaría vivirlo?.

Anónimo dijo...

Me ha encantado... Este tipo de sueños, los bonitos, sólo dejan al despertar el mal sabor de haberlos creído ingenuamente... Real como la vida misma.
Me alegro de que hayas vuelto, se te echaba de menos.
1beso!

Fénix dijo...

No, Artemis. Soy yo el que os agradece que os paséis por aquí a leerme. En cuanto a la entrada, bueno, supongo que cada cual tiene su "lugar de las cosas...". Sé que igual son un poco estándar... pero es que yo soy bastante estándar para muchas cosas!

Lost Girl: Si. Lo peor no es recordar el sueño; es recordar la sensación.