La sociedad II
Hace unas décadas éramos los españoles los que emigrábamos. Dejábamos todo, nos liábamos la manta a la cabeza, y nos íbamos a Alemania, Holanda y otros países europeos en busca de lo que no teníamos aquí. En busca de un futuro mejor, en busca del pan para nuestros hijos. Perseguíamos aquello a lo que todo ser humano tiene derecho: mejorar sus condiciones de vida, aún a costa de dejar atrás (quizá sólo temporalmente) todo lo que hasta ese momento ha sido tu vida. Dejar atrás tus raíces, tu pedacito del mundo y aventurarte en lo desconocido, sin saber si te irá bien o mal, si fracasarás o triunfarás, y lo que perderás en el intento, requiere de una alta dosis de valor. Emigrar a otro país en busca del pan y la sal requiere coraje. Y el que no lo entienda es que nunca lo ha intentado.
Ahora España ha cambiado. Es destino de inmigración, no fuente. Ahora ya no somos los españoles los que vamos por media Europa paseando nuestro salero y demostrando que somos unos currantes de pro. Ahora se ha dado la vuelta a la tortilla, y somos nosotros los que recibimos a los inmigrantes de gran cantidad de países que vienen al nuestro en busca de lo mismo que nosotros buscamos en Europa en su momento. Ahora tenemos la maravillosa oportunidad de demostrar de qué pasta estamos hechos, de demostrar cómo somos. De demostrar si tenemos memoria, y recordamos, cuando miremos a un ecuatoriano que se pierde en el metro, que hace 30 ó 40 años éramos nosotros los que nos sentíamos perdidos en mitad de Munich, rodeados de todos aquellos altos y rubios teutones que tan raro hablaban. Ahora es el momento de devolver todo aquello que nos fue dado. Lo más importante: una oportunidad. Todos los que en su momento emigraron tuvieron la oportunidad de trabajar, de demostrar que estaban allí para ganarse el pan, para ellos, para sus hijos, para sus familias en España. Es esa misma oportunidad la que necesitan los inmigrantes que hoy pueblan nuestras calles. La oportunidad de formar parte de esta sociedad.
Este es un tema espinoso, con muchísimos matices, lo sé. Y sé que lo estoy sintetizando demasiado, a riesgo de dejarme en el tintero consideraciones que todos tenemos en la cabeza. No obstante, lo básico está ahí: hace tiempo emigramos a otro país, ahora somos nosotros los que recibimos a los inmigrantes. Con tantas quejas que veo por todas partes, con tanto rechazo hacia la cantidad de extranjeros que vemos por la calle... ¿cómo nos hubiéramos sentido si cuando fuimos a trabajar a Alemania nos hubieran dado de lado? ¿qué nos hubiera parecido encontrar allí xenofobia, racismo, rechazo? Pensemos...
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