sábado, 10 de febrero de 2007

La incertidumbre I

¿Qué habrá ahí delante?Vivimos tiempos de continuo cambio. La economía, la tecnología y muchas otras cosas que nos afectan directamente evolucionan a una velocidad de vértigo. Las empresas, a las que afectan estos dos factores mucho más que a las personas individualmente, sufren las consecuencias de esta era de cambios. Las cosas cada vez se mueven más deprisa, los mercados se globalizan y millones de potenciales clientes pasan ante las puertas de todas ellas, sin detenerse y entrar nada más que en las que se han subido al carro del cambio y la adaptación como medio para sobrevivir. El resto, tarde o temprano, sucumbirán.


En este escenario, cada uno vive como puede. Depende de cómo somos. Gran parte de nuestra adaptación dependerá de lo abiertos de mente que seamos. El tener una mente abierta es bueno para todo, pero para esta situación es más que necesario. La gente de mente abierta no tiene límites, no le asustan los cambios. Cuando vuela del nido no dice "un piso cerca de mamá, para no estar lejos". Ni "aquí en Madrid, que no conozco nada más". Dice "veamos... ¿en qué país del mundo me gustaría vivir unos años?". La gente de mente abierta no rechaza a alguien por ser de Canadá, ni por tener otro color de piel. Ve hombres y mujeres, no razas y nacionalidades. La gente de mente abierta no ve cambios, ve oportunidades.


En el mundo laboral (trabajando por cuenta ajena) puedes crecer. Puedes mejorar y puedes subir. Puedes quedarte unos cuantos años en el mismo sitio, cavar poco a poco una trinchera a tu alrededor y con la tierra que saques crear una colina. Puedes subirte a ella y sentirte el rey. Puedes incluso pasar más años cavando más hondo tu trinchera y elevando tu colina, hasta alcanzar el cielo. Entonces, puedes sentirte dios. Mirar a la gente desde arriba. Hablar con la solemnidad del poderoso. Pero no harás sino cegarte a la realidad: "tu empresa" es circunstancial. Para ella eres sólo un número, y cuanto antes te des cuenta, mejor será. Nadie es imprescindible, porque ninguna empresa se hundió nunca porque se fuera uno de sus trabajadores. Por muy importante que fuera. La empresa te tiene ahí mientras le eres útil. Cuando dejas de serlo, te escupe. Es por eso que no debes ver tu empresa actual, tu puesto actual, tu carguito actual o lo que sea que te mantiene orgullosamente apalancado en ella, como algo vitalicio, imperecedero. Si lo ves así, será cuando, en tiempos de cambio como estos, te invadirá la incertidumbre.

¿Qué motiva la incertidumbre?
Siguiendo al diccionario, el no saber qué va a pasar. Pero en mi opinión, en este caso, hay mucho más. Hay miedo. Cuando las cosas se mueven en el mundo empresarial, los cambios a menudo afectan a los empleados. Si apartamos la preocupación por tus ingresos, tu familia y tu modo de vida, y nos ceñimos exclusivamente al marco laboral, la incertidumbre viene básicamente motivada por la posibilidad de perder tu silla. Por la posibilidad de que te aparten de tu bien ganado puesto. La posibilidad de que pierdas el respeto y el estatus que tanto te costó ganar. La posibilidad de que te envíen a otro sitio donde tengas que empezar de cero a demostrar lo que vales. La posibilidad de que estos años en tu sillón hayan hecho imposible que ahora demuestres lo que vales, porque vales bien poco, a fuerza de apalancarte en tu castillo, centrarte siempre en tus cositas y no querer ver el mundo. La posibilidad de que se den cuenta. La posibilidad de que te pongan a alguien encima que cambie el modo en el que haces las cosas. A ti, nada menos, y después de tantos años. La posibilidad de que te envíen a algún sitio donde la gente no aparte su temerosa mirada cuando se cruza con tu altanera barbilla.

¿Qué provoca la incertidumbre? Mal humor. Nervios. Crispación. Desmotivación. Pasotismo. Todo tipo de cosas negativas, que mira tú por dónde, se transmiten estupendamente a la gente que te rodea. Si estás así, transmitirás todas estas porquerías, harás partícipe de tus miedos a tus compañeros, crearás un ambiente marrón que se desplazará hacia abajo como la pólvora.

Así que...

Si eres de los que tienen miedo a los cambios; si eres de los inmovilistas; si eres de los que piensas que las cosas están bien como están; si piensas que para qué cambiarlas; si eres de los que frunce el ceño cuando le vienen con una sugerencia de mejora; si eres de los que ven los nuevos proyectos como más trabajo y más preocupaciones; si eres de los que cuando acaban tragando lo hacen encogiendo los hombros en plan pasota; si eres de los que sólo ponen trabas y crean problemas cuando alguien sugiere mejorar las cosas; si eres un triste...

Quítate de en medio. Deja paso a los que se mueven. No entorpezcas el avance de un área, de una empresa. No entorpezcas el desarrollo, los proyectos, los cambios. Busca una empresa clásica, tradicional, que no cambie. Dedícate a la artesanía, fabrica guitarras o abre una tienda de antigüedades. Cualquier cosa, pero vete con tu inmovilismo y tus miedos donde sean útiles.

Los cambios ya forman parte de nuestra vida laboral. Negarlos es negar lo inevitable (...Sr. Anderson...). Adáptate, no seas inmovilista. Aprovecha, mejora, aprende. Cambia cuando lo requieran las circunstancias, y tu valor profesional se multiplicará.

Abre tu mente...


In English, please

No hay comentarios: