sábado, 17 de febrero de 2007

La felicidad I

La felicidad, efímeraHace poco lo hablaba con mi jefe. Él opinaba que la idea de la felicidad que tenemos cada uno depende básicamente de lo poco o mucho con lo que nos contentemos. Bueno, es una sencilla manera de verlo. Lo inconformista, o ambicioso que seas, puede determinar en buena medida la probabilidad de que la alcances. No obstante, pienso que en esta sociedad no está pensada para que seamos felices, sino para que nos pasemos la vida persiguiendo la felicidad. Pero para empezar, deberíamos puntualizar de qué felicidad estamos hablando.

Yo me refiero a la felicidad con mayúsculas, a ese sentimiento que nos hace sentir realizados, completos. Y voy más encaminado hacia la felicidad en el amor, no a la genérica. Hablo de esa que te llena cuando piensas que has encontrado a tu media naranja.

Y la verdad, para mí, definirla es extremadamente sencillo, desde el momento en el que la alcancé. Sí, podría decir que sé lo que es. Es un sentiemiento bien simple, una vez que lo conoces. Para mí, alcanzarla significó llegar al punto más alto al que nunca llegué. Y al que nunca llegaré, pienso. Se tradujo simplemente en una frase: me daría igual morir mañana. Si me lo hubieran dicho en ese momento, que al día siguiente me iba a atropellar un camión, no huiera quitado la sonrisa de mi boca. No me hubiera hecho sentir menos realizado, ni hubiera provocado en mi ningún sentimiento de pérdida. Simplemente, hubiera dado por buena cualquier cosa que pasara en adelante, habiendo vivido ese momento. Sé que en ese momento sentí algo que jamás he vuelto a sentir, y que no sé si se dará de nuevo. Por lo menos, no creo que se de del mismo modo.

Pero todo lo que empieza, acaba. La felicidad completa no puede durar. Se deshizo como suele pasar, del modo más sangrante, gota a gota, hasta que no quedó nada, hasta que se secó. Murió de inanición. Mis manos taparon mis ojos durante muchos meses, intentando averiguar los porqués. Pero no hay que planteárselo tanto. Son cosas que pasan.

Qué curioso... qué tremendamente creativos son estados tan dispares como la felicidad completa y la ausencia total de ella. Por lo menos para mí lo fueron. Lo son. Aunque los frutos de esta creatividad son significativamente diferentes. En el primer caso son radiantes, alegres, llenos de luz y de energía. En el segundo, oscuros, tristes, melancólicos y pesimistas, aunque no por ello menos bellos. No sé qué parte del cerebro alberga la creatividad, pero está claro que está afecta por los estados de ánimo extremos. Los sentimientos poderosos, en positivo o en negativo, son generadores de energía creativa.

Pero hablaba de la felicidad...¿o era del amor? Se pueden llegar a confundir, a veces. A través del uno podemos llegar a la otra.

¿Podemos vivir sin encontrar la felicidad? ¿Podemos vivir... sin amor?

In English, please

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