Las edades del hombre VI
Esa noche Marc estaba más pensativo de lo habitual. La mirada perdida en el fondo de su vaso de whiskey añejo y esa suave música de Brahms. Hace balance de lo que tiene, de lo que es. Repasa el debe y el haber. Sabe que hay tantas cosas en el debe que no encuentra importante su haber. Sabe dónde querría estar, dónde no está. Tan lejos se encuentra de su Shagri-la que la ve perdida. Cree que ya nunca podrá alcanzarla. La ve alejarse día tras día, como el puerto que deja atrás el barco que zarpa. Cada vez más pequeño, hasta que desaparece.
Agita su vaso en círculos, haciendo que el líquido ámbar se apriete contra las paredes. Se detiene, observando cómo pierde velocidad. "Es bello", piensa. La luz halógena hace todo tipo de reflejos en la bebida. Por momentos, todo desaparece, y pasan por su mente flashes de todas sus oportunidades perdidas. "No es justo", se plantea, aunque enseguida cae en la cuenta de que hay tantas injusticias realmente importantes en este mundo, que entiende que ésta es insignificante, por muy triste que le haga sentir.
Mira hacia su izquierda, viendo su imagen reflejada en la ventana, enmarcada por la negra noche. Descubre la tristeza en su rostro, una tristeza marcada y profunda, que nace del interior. Le da pena de sí mismo por ello, sabedor de que las cosas no eran así hace un tiempo. Pero el tiempo avanza para no volver; la vida es un continuo cambio. Se mira a los ojos para decirse una última frase antes de abandonar:
"Feliz cumpleaños, Marc".